jueves, 8 de enero de 2015



“Siempre se repite”
Al principio, supuse que esa preciosa mujer muerta era otra de mis malditas pesadillas. Desde que tengo uso de razón, mi vida de despierto era tan normal como la de cualquier otro chavalo de mi edad. Asistía a la escuela, jugaba futbol, me gustaba retozar en los ríos con niñas a las que ya les estaban saliendo pechos. A nombre de ellas, hacía justicia con mi propia mano y me echaba dos o tres pajas al día.
Luego vino el colegio, obtenía buenas calificaciones, devoraba muchos libros en la biblioteca, tomaba mucho guaro del más caro y fumaba marihuana de la más barata (aparentemente a escondidas, que pendejada; nuestra familia nos conoce y sabe cuándo hacemos algo malo…), escuchaba música estridente (Rock n´ roll), las novias me duraban un día, una semana o un mes a lo mucho. No me gustaban los compromisos, porque solo miraba a una chica con falda corta o jeans apretados y con tetas grandes, y toda mi mala vibra de adolescente surgía con fuerza descomunal de entre mis piernas. Dejaba a la novia de turno por otra que estuviera más rica, más suculenta, más deseable.    
Y así, transcurrieron los primeros años en mi vida de despierto, a estas alturas debo agregar que cuando dormía; mis sueños se tronaban algo dulcemente macabro y perturbador. A medianoche, la hora en que las brujas fuman y toman té, aparecían imágenes de una sombría mujer que se desnudaba frente a mis ojos y sonreía como debería hacerlo un ángel. Era muy bella, solo verla hacia que mi pija creciera varios centímetros. Ella no decía ninguna palabra, pero su silencio era como una oscura sinfonía de sombras que guturaban miles de gritos de almas perdidas o atrapadas en sus malévolos encantos.  
Caí en su trampa, me volví un tipo extraño, mis maestros me llamaban el misántropo y ya no quería vivir (despierto), dormía mucho para poder encontrarme con su lúgubre cuerpo de diosa fatal. No puedo estar totalmente seguro pero sé que fue más que un sueño, lo puedo jurar por el mismísimo Alá; hicimos el amor cientos de veces, cada encuentro era una orgia digna de las mejores películas pornográficas. 
Hasta que la mayor de las tragedias, visitó mi pequeña habitación en la mansión de Morfeo. Nunca me dijo su nombre, pero aseguró que me amaba y me pidió que me suicidara. Siempre padecí de tanatofobia, pero por esa mujer fui capaz de vencer mis miedos y de entregarme a ciegas en los brazos de la muerte. Una  noche dejé una nota debajo de mi almohada, en ella explicaba a mis padres que iba a cometer un asesinato (el mío) por amor y pedía perdón por no ser el hijo, el hermano y el amigo que todos esperaban. 
Mi abuelo paterno que padecía de Alzheimer, Parkinson y otras mierdas, mantenía una gran farmacia en su viejo escritorio. Tomé cuanto medicamento pude y me acosté. Antes de quedar completamente dormido o muerto, me sentí muy mal, era como si cien escorpiones recorrieran mis entrañas (recordé algunos versos de Baudelaire y de Molina) ni en la peor de mis borracheras me había sentido tan loco e imperioso…  
No la vi en mis sueños, no supe que pasó en los días siguientes hasta que desperté echo mierda en el hospital, conectado a muchos tubos y con un policía que me observaba como cuando un niño mira por primera vez al vil mounstro que tanto horror le causa. Mis padres al fin fueron a visitarme, solo entonces me di cuenta de lo sucedido; estaba acusado de asesinato.
Si, en vez de acabar con mi vida, supuestamente asesiné a una hermosa mujer en un hotel. ¿Por qué lo hice?, no lo sé, creo que nunca lo sabré. Estaba totalmente drogado y no recuerdo absolutamente nada. De lo que si estoy seguro, es que pasaré 60 años en esta nauseabunda cárcel.
Yo, por más que quería morir, sigo insoportablemente vivo y peor aún; despierto. Casi no puedo dormir, padezco de un insomnio atroz. Cuando logro quedar dormido, mi pesadilla se repite, siempre se repite y ella sonríe.     



No hay comentarios:

Publicar un comentario