“Siempre
se repite”
Al principio, supuse que esa preciosa
mujer muerta era otra de mis malditas pesadillas. Desde que tengo uso de razón,
mi vida de despierto era tan normal como la de cualquier otro chavalo de mi
edad. Asistía a la escuela, jugaba futbol, me gustaba retozar en los ríos con
niñas a las que ya les estaban saliendo pechos. A nombre de ellas, hacía
justicia con mi propia mano y me echaba dos o tres pajas al día.
Luego vino el colegio, obtenía buenas
calificaciones, devoraba muchos libros en la biblioteca, tomaba mucho guaro del
más caro y fumaba marihuana de la más barata (aparentemente a escondidas, que
pendejada; nuestra familia nos conoce y sabe cuándo hacemos algo malo…),
escuchaba música estridente (Rock n´ roll), las novias me duraban un día, una
semana o un mes a lo mucho. No me gustaban los compromisos, porque solo miraba
a una chica con falda corta o jeans apretados y con tetas grandes, y toda mi
mala vibra de adolescente surgía con fuerza descomunal de entre mis piernas.
Dejaba a la novia de turno por otra que estuviera más rica, más suculenta, más
deseable.
Y así, transcurrieron los primeros años
en mi vida de despierto, a estas alturas debo agregar que cuando dormía; mis
sueños se tronaban algo dulcemente macabro y perturbador. A medianoche, la hora
en que las brujas fuman y toman té, aparecían imágenes de una sombría mujer que
se desnudaba frente a mis ojos y sonreía como debería hacerlo un ángel. Era muy
bella, solo verla hacia que mi pija creciera varios centímetros. Ella no decía
ninguna palabra, pero su silencio era como una oscura sinfonía de sombras que
guturaban miles de gritos de almas perdidas o atrapadas en sus malévolos
encantos.
Caí en su trampa, me volví un tipo
extraño, mis maestros me llamaban el misántropo y ya no quería vivir (despierto),
dormía mucho para poder encontrarme con su lúgubre cuerpo de diosa fatal. No
puedo estar totalmente seguro pero sé que fue más que un sueño, lo puedo jurar
por el mismísimo Alá; hicimos el amor cientos de veces, cada encuentro era una
orgia digna de las mejores películas pornográficas.
Hasta que la mayor de las tragedias,
visitó mi pequeña habitación en la mansión de Morfeo. Nunca me dijo su nombre,
pero aseguró que me amaba y me pidió que me suicidara. Siempre padecí de
tanatofobia, pero por esa mujer fui capaz de vencer mis miedos y de entregarme
a ciegas en los brazos de la muerte. Una
noche dejé una nota debajo de mi almohada, en ella explicaba a mis
padres que iba a cometer un asesinato (el mío) por amor y pedía perdón por no
ser el hijo, el hermano y el amigo que todos esperaban.
Mi abuelo paterno que padecía de
Alzheimer, Parkinson y otras mierdas, mantenía una gran farmacia en su viejo
escritorio. Tomé cuanto medicamento pude y me acosté. Antes de quedar
completamente dormido o muerto, me sentí muy mal, era como si cien escorpiones
recorrieran mis entrañas (recordé algunos versos de Baudelaire y de Molina) ni
en la peor de mis borracheras me había sentido tan loco e imperioso…
No la vi en mis sueños, no supe que pasó
en los días siguientes hasta que desperté echo mierda en el hospital, conectado
a muchos tubos y con un policía que me observaba como cuando un niño mira por
primera vez al vil mounstro que tanto horror le causa. Mis padres al fin fueron
a visitarme, solo entonces me di cuenta de lo sucedido; estaba acusado de
asesinato.
Si, en vez de acabar con mi vida,
supuestamente asesiné a una hermosa mujer en un hotel. ¿Por qué lo hice?, no lo
sé, creo que nunca lo sabré. Estaba totalmente drogado y no recuerdo
absolutamente nada. De lo que si estoy seguro, es que pasaré 60 años en esta
nauseabunda cárcel.
Yo, por más que quería morir, sigo
insoportablemente vivo y peor aún; despierto. Casi no puedo dormir, padezco de
un insomnio atroz. Cuando logro quedar dormido, mi pesadilla se repite, siempre
se repite y ella sonríe.
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