domingo, 17 de junio de 2012


Escuchen la rola numero diez del disco Errante de  Delirium, basada en la letra del poema El Muerto del talentoso poeta maldito frances Charles Baudelaire (1821- 1867)

Cuentos


POR LA CARRETERA




“Ladrar y morder son modos de llamar la atención

 sobre la dirección que conviene seguir,

 de mostrar el camino que recorrer…



 (Michel Onfray)





El poeta  con paciencia de perro desvelado, apagó su cigarrillo, abordó la unidad vehicular que lo transportaría a través de bellos parajes y pintorescas ciudades en las costas caribeñas. Aquel viaje, significaba el regreso a las orientales comarcas, donde radicaba el único ser que lo entendía. Walkman en mano, se dispuso a escuchar el nuevo disco de una legendaria banda de heavy metal… Los arboles se posaban desafiantes, llenos de algún surrealista matiz y las poéticas palmeras danzaban alocadas al ritmo que el viento les tocaba, entonces recordó un extraviado boceto del talentoso muralista sureño-irlandés Oscar O´hara.

Una serenata al alba, traía fuertes rugidos de motores con barítonos de  ortópteros trovadores. Reflexionó y supo que una fotografía de aquel contraste entre naturaleza virgen y creciente industria era el perfecto hemisferio de los acordes y percusiones atrapados en el redondo aparato reproductor de música. Como por arte de magia; en la lejanía de verdes colinas, aparecían diminutas casas y personas anónimas, siendo probablemente el artífice don Merlín, el mago o algún otro encantador.

El autobús continuó devorando kilómetros. El hambre se hizo presente para intranquilizar el alma y el estomago del creador de versos que se rascaba la tupida barba con agilidad canina. Una joven con aires de anciana, que vestía traje rosado y ocupaba el asiento posterior le obsequió un sobrecito repleto de tajadas de plátano con salsa y queso. Seguro, en su frente se leía - Poeta hambriento - aceptó el bocadillo, se dispuso a exterminarlo en el acto y le agradeció su buen gesto, regalándole un pequeño barco a escala a su hijo que sonreía como si nunca hubiera tenido juguetes y nombrándola a ella rosa barquito, a secas.

Antes de empezar a degustar aquellos deliciosos trozos redondeados de musácea, observó que en su mayoría,  los asientos estaban horriblemente vacíos. -¡Qué soledad tan macabra adorna mi regreso a La ciudad de Lua, donde al fin me reuniré con mi padrino Don Tristán Bocanegra!- pensó.

En el asiento delantero un joven leía alucinado la biblia, al tiempo que cantaba salmos y hablaba o rezaba en extrañas lenguas, incomprensibles como las siete u ocho pulgadas de longitud que tenían sus andróginas uñas, por tanto lo declaro judío eufórico con complejo de Lady Gaga. 
Dos filas de asientos hacia adelante, una enorme mujer saboreaba camarones empanizados, jalea de pina, diversas frutas exóticas, galletas de canela con miel de abeja real, panecillos de fresa, alcitrones fermentados y pollo con repollo que acompañaba con sorbos de jugo de marañón, vino blanco y uno que otro bocadillo de nombre o procedencia desconocida.  El poeta con una tiesa mirada de can-cerbero, concluyó que aquella dama de impresionante apetito, no solo quería devorar cuanto alimento se le presentara, sino que en verdad – sin temor a exageraciones-  pretendía comerse el globo terráqueo de un par de mordidas, la llamo Agujero negro, para divertirse mientras el también hacia lo propio con las tajaditas, el queso y la salsa. Junto  a la glotona, una preciosa señorita vestida de tétrico arcoíris le daba uso extremo a su teléfono celular, pues al tiempo que mandaba mensajes de texto, hablaba, jugaba sudoku y lloraba. Era muy notable que en lo más recóndito de su alma existía mucho amor por un profesor de lenguas extranjeras, las curvas definidas de su cuerpo gritaban que tenía entre veinte y veinticinco primaveras. Lucía hermosa dentro de una ajustada camiseta negra con serigrafías de calaveritas rosadas en su pecho, cinturón en blanco y negro que rememoraba antiguos juegos de ajedrez para el poeta y a Félix, el gato para ella. Entre la playera y sus jeans, sobresalía una prenda interior de color amarillo de esas que tienen nombre similar al hilo del cuidado dental. Sus zapatos tenían dibujos de agridulces cráneos con diversos colores y su rostro, o al menos la mitad apreciable era la de una musa en busca de poeta, lastima para ella que nuestro experto en letras, tenía felizmente habitado el templo de su corazón por la diosa más comprensiva del universo; la soledad. La otra mitad de su rostro fue, el sobrenombre que el poeta dispuso para la joven: El lado oscuro de la luna.


En la parte posterior del bus, un fuerte olor a humeante perfume de Mariajuana, logró que nuestro escritor observara detenidamente a un par de extranjeros, de aspecto un tanto extraño; el espigado tenia piel marrón y abundante barba oscura. El chico era blanco, con una considerable cantidad de pecas en su rostro y cabello de zanahoria. I.R.A y Al Qaeda, juntos en un bus fumando Cannabis sativa, preocúpense Yanquis, pensó para sí mismo el poeta, al tiempo que comenzaba a simular tenues aullidos de lobo o de perro.

Las pilas alcalinas, colapsaron y el viaje aun no culminaba. Cuando la música termina somos el innegable vacío de un teatro de zombies - dijo en algún momento del pasado o del futuro Lord Beowulf, personaje de la última película que miró el bardo. Aunque faltaban más de cien kilómetros, el tour no iba ser menos interesante; una mujer con una niña abordaron el ómnibus, la madre promocionaba libros de herbolaria, métodos para aprender inglés fácil y rápido, así como resulta ligar a la  mayoría de las chicas de una Universidad privada de la capital, en definitivo; una entretenida historia que debería publicar el escritor más vago que conozcoLa hija repartía los manuscritos, mientas la señora explicaba;  un buen té de canela con tres gotas de limón indio es la cura para los nervios, la yerba buena con miel de abeja proporciona vitalidad y firmeza al cabello, las infusiones de Valeriana con media cucharada de guaro de 45 grados alivia el estrés (solo media cucharada, no el octavo ni el litro) aclaró con su mirada fija sobre el poeta que babeaba como perro en celo, al espiar la prenda íntima que se mostraba un par de centímetros sobre los jeans de The Dark Side Of The Moom. Solo en ese instante se dio cuenta de que la mujer era ciega y sintió compasión por ella, algo bastante inusual en muchos literatos que se pasan la vida escribiendo sobre amor, mientras destilan odio, crean versos sobre lo bello de la vida y por dentro están tan putrefactos y muertos que ni ellos se aguantan como artífices de letras. La madre explicó que desde muy pequeña se quedó ciega, luego de una terrible golpiza que le propinó su padrastro, pero esa es, en todo caso; otra buena historia que definitivamente corren el grave riesgo de leer, en el futuro…
Súbitamente, un automóvil blanco detuvo el autobús; seis hombres con uniformes de médicos o enfermeros, abordaron y en el acto recapturaron al paciente Leafar Ecnedim-Aliva, de nacionalidad desconocida, que esa mañana había escapado por décima vez del hospital psiquiátrico “El Hogar del Demente.” Leafar que había pasado más de quince años en el manicomio, en sus delirios de locura y grandeza se creía poeta. Viajaba, se vestía y actuaba como tal, pero al ver los uniformes blancos, se convertía en un feroz perro al que solo se le podía educar a punta de patadas, puños y gritos para controlar sus arrebatos, mordidas y ladridos. Antes de que lo bajaran del bus, ya con la doble camisa de fuerza, abundante espuma en la boca y con cuatro o cinco hematomas que le adornaban el rostro. - Expuso sarcástico - Ahora que regreso al hogar del de… mente brillante, aprenderé braille para demostrarles que las palabras son más que unas cuantas letras, con aparente inocencia sobre un papel que nunca dice nada, nunca se queja  y siempre termina siendo cómplice de algún lápiz terriblemente enfermo.   









¿CÓMO DESPERTARÉ MAÑANA? ….



“…Yo jamás renunciaré a vivir lo que soñé.

 ¿Cómo te puedo amar, si viniste a robarme los sueños?...”



(Avalanch)  



Desperté entre frías tinieblas y me di cuenta, de que lastimosamente seguía vivo. Quienes no tenemos por que o por quien vivir, corremos el grave riesgo de amanecer terriblemente vivos.

Las últimas sombras de la oscuridad fueron devoradas por el inconfundible ruido de los pájaros y el inútil amanecer de un renovado y miserable día.  Antes de aquella repetitiva mañana, mi vida o la tonta basura que consideraba vivir transcurría de mi cuarto al periódico, del periódico al cuarto y nada de interesante había en mi penosa y ridícula existencia de caricaturista mal pagado, mal parido o mal cagado…

Muchas veces a manera de lúgubre blasfemia, cuestioné a la divinidad – si es que existe-  del por que se me permitió venir al mundo. Mi madre, prostituta de cuarta generación y clienta muy regular del Dr. Bodom Madness– experto en solucionar la no venida de hijos no deseados – con una carrera intachable, casi exitosa, a no ser por un gravísimo error: Yo, que inexplicablemente nací de forma nada convencional, ya que mi madre me expulsó a planeta por el culo...  

Tomé el autobús, saludé a don Matusalén Hierro –mi único amigo o algo muy parecido a un amigo - que siempre me guardaba asiento y cada mañana, me decía – ¡Flaco, hoy si me vendrá a recoger la muerte! Espontáneamente, surgieron mis primeras, únicas y últimas carcajadas de ese día.  Luego le dije - ¡Dichoso usted!, porque yo aunque lo intento siempre que tengo oportunidad no puedo irme de este mundo de mierda.

El viejo Matu, según decían había pactado con el diablo, para no morir jamás y al parecer el portador de luz, también me incluyó en la regalía de existencia que le otorgó al anciano.  Intenté suicidarme muchas veces, la última semana, tuve cuatro intentos fallidos.

El primero, frente al autobús escolar que irónicamente se detuvo un metro antes de arrollarme por esperar a un estudiante que se quedó rezagado… Después fue con la pistola de don Nicolás Zubizarreta, el usurero extranjero, dueño del periódico donde trabajo, que misteriosamente no disparó aunque estaba efectivamente cargada…

Luego me vino; la magnífica y clásica idea de la soga y la silla, autodeseándome la mejor de las suertes, pensé que me iría mejor con mis pretensiones de muerte. Bueno, la maldita cuartería donde alquilo tiene como dos siglos y se me vino encima el techo, para mi desgracia salí sin rasguños…

Finalmente opté por un filoso cuchillo, esos nunca fallan y siempre me gustaron porque no hacen ruido, funcionan bajo el agua, entre el lodo, en la nieve, no se les acaban las balas, son fáciles de usar y bastante prácticos a la hora de transportarlos.   Cuando me lo puse en el corazón y estaba a punto de darme la certera y gloriosa estocada, entró mi vecina del cuarto 16 a pedirme prestado un cuchillo para partirles una sandia a sus pequeñas trillizas,  me miró sin asombro, quitó el filoso yatagán de mis manos y dijo - ¡Flaquito, usted tiene mucha vida por delante, no se desanime, está joven y es guapo, ya lo va a flechar una chica, se acordará de mi!...

Sin duda aquellas palabras, me hirieron más de lo que pudieran hacer una docena de afilados corta-carne.

Inesperadamente, esas ideas del suicidio y el desamor por la vida cambiaron, desde aquel día, cuando en la hora del almuerzo, conocí a una bella joven de contextura fina, muy delgada, al buen estilo de las supermodelos europeas, de piel canela, ojos grandes y oscuros, eterna sonrisa, dulce de carácter y cabello nocturno. Susan, la nueva reportera…

Transcurrieron tres meses y el suicida, se volvió amante de la vida, luego de  establecer formal relación con la preciosa Susan que lo ayudó mucho, abriéndole  los maravillosos templos del corazón y presentándole la magia que siempre trae el amor.

Una noche, estando en cama junto a su amada que dormía como princesa andaluza, el caricaturista mientras fumaba en la oscuridad, pensó. - El amor se ha cagado en mis sueños de  muerte… Tengo una novia muy bella y soy feliz, pero aún sigo vivo y corro el riesgo de no despertar así mañana. Mierda, mejor me hubiera suicidado antes, así evitaría el dolor de alguien y nadie notaría mi ausencia de este miserable planeta.      








CHICOS DEL MAÍZ…
(“Memorias de la Ruta Lenca – Maya”)

Al principio pensé que todo era producto de mi imaginación, o del delirium tremens causado por los excesivos tragos de ron que compartí las noches anteriores con Anuar, Seabrook y Marce. En fin, escuché una tenue voz, con rasgos chillones. Esa noche no alcancé a entender  las palabras que esa vocecita articulaba desde algún punto al interior de la plantación de maíz. Al día siguiente le comenté lo sucedido a mis compañeros de viaje, Anuar me dijo – Aquí en el occidente, siempre suceden cosas muy extrañas, pero nadie les presta importancia y vos, deberías hacer lo mismo…
Quizá mi amigo tenía razón, así que nuestro viaje continuó, sin percances mayores hasta la montaña del parque nacional Caja de Agua. Era mi primer recorrido por aquella zona y supe, desde antes de emprender tal aventura que sería una experiencia única e irrepetible.
Mis dolencias como asmático, por espacio de cuatro o cinco años, no se habían presentado y sentí un poco de temor que al estar a tantos metros sobre el nivel del mar, 2849 o algo parecido, para más detalles y viniendo de una ciudad costera, se manifestara en mi cuerpo  alguna crisis.
Al llegar al centro de visitantes, nos dimos cuenta que en la época de diciembre, nadie se atreve a subir a la montaña, por el frío, por estar en familia en las fiestas navideñas o por lo que sea, no encontramos ni al encargado. Nos aventuramos a seguir la travesía sin guía, además el sendero estaba debidamente rotulado con cintas de colores que indicaban la altitud y las rutas.
Luego de tres o más horas de caminata entre nieblas y frío, alcanzamos las cintas naranja de los 1800 m.s.n.m, nuestro termómetro marcaba temperatura de 14 grados centígrados. La flora y la fauna comenzaron a cambiar drásticamente,  dejamos de observar serpientes y pequeños reptiles. Aparecieron los tucanes y las guaras. Los escarabajos tenían colores más oscuros y parduscos. Las mariposas eran en su totalidad de hábitos nocturnos. El frío calaba hasta lo más profundo de nuestros huesos. Me sentí muy emocionado, pues jamás había estado a tanta altura. Compartí la alegría con el grupo -  ¡Esta cima es como surcar el cielo, Ahhh!
Marce agregó - ¡Claro que lo es, y aún no has ido a Machu Pichu, es como tocar el sol! Mi emoción se acrecentó. Seabrook, se mostró complacido, entusiasta y sonriente, ya que a la vez, andábamos explicándoles todo cuanto quisieran saber sobre insectos en mi caso de Agrónomo y sobre flora y fauna, en el caso de mi amigo Anuar, profesional de las ciencias forestales. 
Transcurrieron tres horas de más niebla y frío; ya estábamos frente a las cintas verdes a casi 2200 m.s.n.m, la temperatura descendió cuatro grados. Nos detuvimos un instante y nos percatamos, que había una triple encrucijada; el sendero del gallo a 2650, las minas a 2710 y la cima de las cascada a 2830.  Haciendo uso de la democracia, votamos.  Marce quería la ruta hacia el sendero del gallo, Seabrook optaba por las minas y yo a la cima de la cascada. Anuar, tenía la decisión final y brindándome su apoyo, convenció a la pareja californiana de que esa era la mejor ruta.  
Cuando alcanzamos las cintas rojas de los 2750 metros sobre el nivel del mar, la temperatura estaba a 3 grados centígrados y la niebla se tornaba más y más densa. Los labios y los dedos de mis manos, se entumecieron, a pesar del equipo de protección para el frío, guantes, gorro y gafas me costaba mucho llevar oxigeno a mis pulmones. Le pedí al grupo que me dieran unos minutos para reponer energía y tranquilizar mi respiración, ya que el asma, los achaques de la edad o las secuelas de mis años de juventud como fumador empedernido, me estaban cobrando factura.
Se me adelantaron y descansé exactamente cinco minutos, luego tomé mi mochila y continué montaña arriba. Tras avanzar a buen paso, no conseguía ver a mis amigos, entendí que debía aligerar mi marcha. Superé las cintas negras de los 2820 m.s.n.m y nada. Parecía, como si a compañeros de aventura, se los hubiera tragado la montaña. La niebla se volvió muy espesa, casi al punto de detener mis pasos que en esas instancias, ya eran algo muy parecido a trotar o correr despacio. Llegué a la cima de la cascada y no encontré a mis camaradas. Al principio no hubo preocupación, asumí que estaban jugándome una broma, así que me senté sobre unas afiladas y milenarias rocas, por breves instantes la niebla desapareció completamente y pude contemplar la inmensidad y la exuberante belleza de aquel manto verde que se partía en dos con la caprichosa forma de espada que tenía la cascada...
El tiempo, pareció detenerse y de repente, la noche devoró los rayos del astro rey. Convencido de que debía regresar, a manera de ceremonia, me despedí de la montaña, acción que siempre hago al entrar o salir de espacios y ambientes, donde el ser humano aún no ha perturbado. La caminata de regreso me confundió bastante, pues tomé el mismo sendero y de repente observé pequeñas sombras con larguísimas manos, que se perdían entre los árboles y tras las plantas de maíz. (Maíz, que al subir, extrañamente no había visto) Haciendo a un lado el intenso pánico, que me causaron, les di persecución. Con mucho esfuerzo y nauseas; atrapé a una de las misteriosas siluetas que tenía  la forma de un niño delgado de unos diez años, completamente desnudo con largas manos y en la piel una consistencia viscosa y mal oliente como las ranas o las salamandras, pero con cierto perfume podrido. 
-¿Qué o quién eres? – indagué, mientras las rodillas me temblaban como una hoja durante los meses de invierno.
-No me haga daño, somos los hijos de todos los que se han extraviado aquí en la montaña y no regresamos a las ciudades, porque allí hay mucha maldad y permanecemos ocultos entre el bosque, las cascadas y sobre todo en los cultivos de maíz que tienen los campesinos en las faldas de los cerros.
Vivimos en armonía con la naturaleza y con los todos los demás seres que se esconden en el bosque. 
-¿Quiénes se extraviaron aquí?, ¿Qué seres se esconden en estos bosques?, dígame – pregunté a quemarropa, mientras el terror y los gélidos vientos de invierno, me hacían sonar como matraca.  
Escapó súbitamente de entre mis brazos que quedaron impregnados de una sustancia gelatinosa, fétida y solo obtuve por respuesta un largo silencio. Silencio que se rompió con el rugido de algún felino, el grito angustiado de lo que parecía ser su presa y el sombrío concierto de grillos, otros hexápodos y pajarracos nocturnos que no logré identificar. Unos minutos después, encontré al grupo, abracé a Marce, la novia de mi amigo, que estaba muy preocupada. Seabrook y Anuar, también me abrazaron y me dijeron que no era nada agradable esa broma de esconderme. Les expliqué con lujo de detalles todo lo sucedido, pero se mostraron escépticos y yo por supuesto, me molesté, pues me tenían como mentiroso y lo único que les dije fue la verdad en todas sus dimensiones. Ya reunidos, montamos el campamento. Esa noche, fue la más fría y larga de mí vida.    
El 24 de diciembre, a las siete de la mañana, regresamos al centro de visitantes, acordamos no mencionar el incidente en la montaña.
El guía, nos cobró el ingreso al parque nacional Caja de Agua y amablemente, nos llevó a una humilde vivienda en donde con suerte podríamos comprar alimentos. Una señora de unos setenta años que había sido maestra de la comunidad más cercana, nos vendió un enorme plato repleto de frijoles guisados, carne de cerdo, cuajada y tortillas. Desayunamos y antes de despedirnos para continuar nuestro viaje por las ruinas mayas. La anciana, nos dijo – ¡Ustedes si tienen valor, irse a esa montaña solos!
Ávido de  respuestas, pregunté - ¿Por qué, abuela?
-No mira que allí se pierde la gente, hace tres años fueron dos españolas, cuando el huracán un gringo de Holanda, el año pasado un avión de la fuerza aérea de El Salvador y del pueblo a cada rato las niñas y las mujeres desaparecen… - dicho eso Marce, Seabrook y Anuar, me observaron en el acto, con sus rostros pálidos y totalmente desconcertados – …los perdidos en la montaña, casi nunca aparecen ni vivos ni muertos y cuando regresan, quedan locos y vienen contando absurdas historias de unos niños manudos que parecen ranas y que comen elotes           




ENTRE LABERINTOS Y OBITUARIOS…



Apócrifas letras

corren por las venas del poeta

versos que mueren

despiertan del sueño inexistente

de la metáfora no soñada



Lágrimas suicidas

saltan al vacío indescifrable de un suspiro



Soledad de cigarrillos apagados

de norte sin gélidas sonrisas

de sur sin vuelta atrás

opaca el arcoíris del amor decadente



Una despedida

dibuja crueles epitafios en el horizonte

más allá del planeta de la culpa



Entre laberintos y obituarios

la sombra del viento

atenaza el dolor y la ausencia



Tumbas sin gloria

y lápidas de olvido

serán el justo reconocimiento

del poeta que marchó al ocaso de cualquier comienzo.

EN LAS SOMBRAS SE OCULTA LA VERDAD…


(A los que seguimos resistiendo en esta honduras con dignidad y coraje)
“La maldad es antigua…”

(Proverbio Árabe)





Desde la oscuridad

surgen garras y colmillos

Odio necrófago por la existencia

Blasfemias contra la cruel esperanza

 de la dulce desesperanza

Tras la niebla ocultan sus rostros

 ensangrentados de olvido

y entre el filo de la mentira

se decapitan los agónicos gritos de la verdad.

Y FUI VIAJERO…


(Para la musa de Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud, Verlaine, Molina, Morrison, Hendrix, vos y una larga lista de etcéteras…)

“Seré poeta perdido en tu cuerpo…”

(Arturo Huizar)



Viajé como gato extraviado

por los torcidos pasillos de tu piel

Fui un espectro drogadicto

que inhaló caricias

en la órbita de tus pezones

Me perdí como buitre hambriento  

entre la latitud de tus caderas

y el fuego de tu esencia

Ahora soy sarcástico silencio 

en la sombría silueta de tu putrefacto vientre.


TIEMPO...


Time…


“Déjame atravesar el tiempo sin documentos…”

(Los Rodríguez)


  


Ayer pronto vendrá
no respira
solo existe cuando mi lápiz eyacula

Hoy se fue de vacaciones

sin mencionar palabras

o versos de Baudelaire

Mañana de a poco se extingue

como guitarra parapléjica

sin cuerdas de acero

ni baladas de Alux Nahual.

CUANDO LA NOCHE HIERE Y NO DA RESPUESTAS…

¿Por qué  no puedo robar o alquilar a una chica nocturna para preñarla de versos heridos?

¿Por qué no sueño con damas de compañía, que finjan cariño y me susurren baladas de The Moody Blues al oído?

¿Dónde encontraré a la diosa ciega que le preste más atención a la mierda de perro que a mis poemas?

¿En qué lejana costa se quedó dormido el faro que guiaba los besos podridos que me daban las estrellas?

¿Me volví añejo-poeta y por eso me ignora la luna?

¿Cuántos versos rotos tiene la soledad con que me hiere la noche?

APROXIMACIONES AL HAIKÚ…



Camposanto;

Anónimo teatro de eternos sueños…





Oscuridad;

Misteriosa alfombra de luceros apagados…





Desván;

Polvoriento cubil de memoria desolada…



Vino;

Nepente inspirador para insomnes poetas…





Dinero;

Corrosivo valor con absurda trascendencia…





Fantasma;

Espectral figura de perpetuo insomnio…





Cigarrillo;

Cancerígeno deleite de humeantes metáforas…